El nombre de Miguel Alberto Amaya ocupa un lugar especial en la memoria y en el corazón de los hinchas de San Martín de Tucumán. “Tigre” resuena con particular fuerza gracias a momentos inolvidables en el club del que es hincha, como aquel clásico contra Atlético por el Nacional B de 1996, en el que demostró su instinto goleador para sentenciar el triunfo.

A los 59 años, el oriundo de Los Bulacios, reflexiona sobre su carrera. En diálogo con LA GACETA, repasa sus inicios como futbolista, su etapa como entrenador y su relación con los hinchas.

- ¿Cómo estás hoy en día?

- Después de la pandemia decidimos quedarnos a trabajar en la provincia. A través de los contactos que tengo en San Antonio de Ranchillos, agarré ese equipo. Además, colaboró en un grupo de fútbol femenino que se llama ‘Las Tigresas’ en el que juegan familiares míos.

- Cuando decidiste retirarte, ¿ya tenías la idea de ser DT?

- Sí. Cuando se acercaban los últimos años como futbolista, empecé a prepararme y a posicionarme para la dirección técnica. En los últimos años en San Martín ya venía hablando con los entrenadores e iba a aprendiendo sobre la vocación de ser DT. En 2003 me retiré y comencé mi carrera de entrenador. Julio Luna me propuso ser DT de All Boys y acepté. Ahí tuve la suerte de lograr mi primer ascenso.

- ¿Qué recordás de tu debut como futbolista profesional?

- Comencé en Atlético Concepción. Francisco “Pancho” Ferraro me subió al plantel profesional y empecé a jugar en Primera División de la Liga Tucumana.

- ¿Jugaste siempre como centro delantero?

- Antes se trabajaba con un punta adentro y yo jugaba por la izquierda. Jugábamos con tres delanteros y los que me identificaron en ese rol fueron Rafael González y Guillermo Reynoso.

- ¿Después de Atlético Concepción te llamaron de Salta?

- Sí; y ahí logré mi mejor nivel. Siempre estaré agradecido a esa institución porque me formó como profesional. Jugué desde los Regionales hasta Primera División.

- En Gimnasia y Tiro, hay un gol que siempre recordás con cariño

- Marqué 36 goles en un año. Recuerdo especialmente el que hice en cancha de Central Córdoba de Rosario. Yo hice el tercer gol; el primero lo había hecho (Fabián) “El Tanque” González y al segundo, Carlos “El Coya” Castellanos. Fueron goles decisivos que nos permitieron jugar en Primera. Con la tecnología actual estamos en contacto con todos esos chicos. Antes no nos dábamos cuenta de lo importante que somos para ese club.

- ¿Cómo surgió tu apodo?

- Un periodista de Salta llamado Gustavo Ruiz me cambió el apodo. Antes me decían ‘Puma’ en relación a un boxeador, pero él me puso ‘Tigre’ para diferenciarme. Tenía la capacidad de entrar y hacer goles, por eso en una entrevista me catalogó como el “zarpazo del Tigre”.

- Tuviste experiencias en el fútbol de Bolivia ¿Qué recordás?

- En Bolivia jugué en Jorge Wilstermann y Always Ready. Recuerdo un viaje en avión desde Cochabamba a Tarija en donde nos quedamos sin señal y casi sin combustible. Fue una experiencia aterradora porque estuvimos muy cerca de un accidente grave.

GOLEADOR. Amaya le convirtió a Atlético, por el Nacional B de 1996.

- ¿Qué fue lo que pasó con el “Chaqueño” Palavecino?

- Era fanático de Gimnasia y Tiro. Siempre asistía a las concentraciones y el entrenador Salvador Ragusa lo hacía cantar para nosotros. Los planteles de antes eran diferentes, había un clima mucho más relajado. Antes se hacía pollos o asados el día anterior a los partidos. Hoy eso es impensado.

- ¿Qué cambió en la vida de un futbolista respecto a esa época?

- Hay una diferencia notable. Antes, la identidad del futbolista era jugar bien al fútbol; lo físico era secundario. La prioridad era jugar bien, con una identidad de juego. El físico se entrenaba después. Ahora, el enfoque está más en lo físico y en lo táctico, y si jugás bien, el entrenador puede ayudarte un poco más.

- ¿Antes de llegar a San Martín estuviste cerca de firmar con Atlético?

- Sí. Había hablado con José Alperovich sobre la posibilidad de jugar en Atlético. Estábamos arreglando detalles económicos, pero no quería entrenarme allí por mi pasión y porque el amor por San Martín era muy fuerte. El hincha de San Martín nace, no se hace.

- ¿Le dijiste que no a Atlético?

- No me sentía cómodo. Mi amor y pasión por San Martín eran tan profundos y no podía comprometerme con otro club; y eso que la oferta económica era muy buena. Con San Martín sentía una conexión especial, algo que iba más allá de lo económico. En ese momento, Atlético ofrecía algo muy importante y además tenía un gran plantel. Sin embargo, mi deseo era jugar en San Martín, a pesar de que era el peor momento económico del club. Pese a todo eso, preferí firmar con el ‘Santo’. Agradezco a Carlos Rojkés, con quien mantuve una buena relación siempre, y aunque hubo momentos complicados, siempre me sentí bien con mi decisión. Cada vez que lo veía a Carlos le pedía disculpas y él una vez me dijo ‘Tigre ya está, olvídate’. Le pedía perdón porque él había intervenido para que yo llegara a Atlético. Pero yo decidí con el corazón.

- ¿Quién te llevó a San Martín?

- Un amigo, Manuel Lisandro Jiménez. Lo visité y el habló con la dirigencia. Después intervino René ‘Gallo’ Juárez. Firmé el contrato sin preocuparme por el dinero; mi decisión era jugar en el club del que era hincha.

- ¿Y lo económico?

- Para mí el dinero no era importante. Lo que me importaba era que San Martín lograra sus objetivos deportivos. Jugar en San Martín fue cumplir un sueño que tenía de chico, y eso es lo que más valoro.

Foto Archivo LA GACETA

- ¿Cómo fue debutar con el ‘Santo’?

- Fue hermoso. Contra Chaco For Ever. Y después marqué un gol de cabeza contra Atlético. Fue el primer gol y sirvió para que ganáramos 2 a 0. Fue un momento soñado y muy especial para mí; especialmente contra un rival como Atlético. Sentí una gran emoción y un orgullo enorme. Jugar con la camiseta de San Martín y marcarle un gol contra Atlético fue increíble. Me sentí como si estuviera viviendo un sueño.

- ¿Te consideras ídolo de San Martín?

- Estar entre los mejores jugadores que han pasado por San Martín es un honor. Y estar entre los elegidos para tener un carnet socio vitalicio es algo que me hizo tocar el cielo con las manos. Mi presencia en el club y el cariño de la gente son pruebas de mi conexión con este club.

- ¿Qué recordás del contacto con los hinchas de San Martín?

- Recuerdo el 23 de noviembre de 1996, ese día era mi cumpleaños número 32. Jugábamos contra Aldosivi y un hincha invadió el campo con una torta. El árbitro tuvo que detener el partido. Fue una muestra de la pasión y de la locura de los fanáticos. Es una anécdota increíble y única para un futbolista.

- ¿Cómo vivís el presente de San Martín?

- El equipo cumple, todavía le falta en identidad de juego, pero gana que es lo importante.

- ¿Y el hincha? ¿Qué te dice en la calle?

- Es gratificante que la gente me reconozca como un histórico goleador de San Martín. Antes de entrar acá (a la Redacción de LA GACETA), vino un padre con su hijo, me saludó y me pidió una foto. Ahí le comenté ‘vos tenés que hablarle a tu hijo de lo que era yo’ y me respondió: ‘Quédate tranquilo, conoce todo lo tuyo’. Es hermoso eso.

- ¿Qué tan importante fue tu familia a lo largo de tu trayectoria futbolística?

- Siempre estuvo al pie del cañón y sigue siendo muy importante. La decisión de venir a San Martín fue mía, pero siempre conté con el apoyo incondicional de cada uno de mis familiares. Más allá de que no era un potencial económico firmar con el club, ellos me dijeron: ‘Dale Miguel, lo que vos quieras, dale para adelante. Nosotros te acompañamos’. Y eso es algo que te da mucha más fuerza.

- ¿Cómo definís tu amor por San Martín?

- Es enorme. Amo a este club. Sería el tipo más feliz del mundo si San Martín logra estar en el lugar que le corresponde. Ojalá pueda lograr el ascenso este año.